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La Razón de Ser de los Tres Niveles de Progreso – El Objetivo de la Vida

En todo el Universo y para todos los propósitos, el mejor maestro que puede existir es un bebé.

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La razón de ser de los tres niveles de progreso, es esta: la del primero consiste en servir a los seres vivos como una pista y enseguida como una guía sistemática de lo que deben alcanzar para vivir a su máxima plenitud; la del segundo nivel radica en permitir a los seres vivos el darse cuenta de la necesidad y del valor de lograr mediante esfuerzos tal objetivo (el tercer nivel); y la del tercero estriba en la puesta en práctica y el disfrute del éxito de esos esfuerzos, que constituyen el mayor progreso alcanzable en la vida.

El objetivo de la vida es que los seres vivos logren ser como bebés de nuevo, porque sólo de esa forma alcanzan el más alto grado de progreso como individuos, y sólo así la vida entera (colectivamente) alcanza al máximo su propio objeto.

Feminismo e Igualdad

Un bebé recibe, inopinadamente, la capacidad de juzgarlo todo como un científico, y un científico sólo es verdaderamente tal si alcanza, en su manera de ver las cosas, tal nivel del progreso (el tercero), en que examina como un bebé sus objetos de investigación. Cuanto más pequeños son los niños, menos deducciones hacen, porque tienen menos ideas generales a partir de las cuales poder hacer uso del razonamiento deductivo, y se ven por ello más limitados a examinar de un modo directo cuanto perciben, que es algo que normalmente se va perdiendo conforme se crece, y que puede más tarde recuperarse si mediante esfuerzos se logra ascender al tercer nivel de progreso, como en ese aspecto lo hace un científico, cuando en verdad lo es.

La adquisición de conocimientos y el uso del método deductivo no son, por supuesto, en sí mismos retrocesos; son muy útiles como guías probabilísticas hacia la verdad; pero solamente la examinación y la experimentación, es decir, el conocimiento a posteriori de las cosas, pueden confirmar las hipótesis (aunque ninguna confirmación es perfecta tampoco nunca). En cambio, en el individuo medio es en extremo común el error de hacer deducciones que considera verdades seguras, a partir del error de hacer generalizaciones que toma por perfectas.

Durante el primer nivel de progreso, al mismo tiempo, la inocencia de los niños pequeños normalmente es tal, que si se encuentran ante personas de distintos grupos étnicos y niveles económicos, no hacen ninguna distinción entre ellas que las favorezca o desfavorezca por consideración de su origen étnico o nivel económico; sólo suelen hacer tales distinciones en respuesta a cualidades, actitudes o tratos, como, por ejemplo, la jovialidad, el cariño o la agresión. Esto se debe principalmente a que a tan temprana edad todavía no son capaces de entender lo que es cada cual, y reaccionan solamente de acuerdo con cómo los perciben. Toman solamente en cuenta el cómo es la gente, y desestiman por completo el qué es cada cual.

Y esto es exactamente lo que hacen también normalmente las personas que han alcanzado en este aspecto el tercer nivel de progreso, si bien no porque no sean capaces de saber qué es cada persona, sino solamente porque han alcanzado el conocimiento de que tales etiquetas son en demasiados casos muy falsas, o en la mayoría de los mejores casos imprecisas en exceso, y de que una forma mucho más certera de juzgar a las personas consiste en percibir directamente cómo son.

Mientras tanto, la mayoría de las personas, que se encuentra en el segundo nivel de progreso, hace precisamente de ordinario lo contrario: juzga a las personas simplemente sobre la endeble base de lo que son: qué puesto desempeñan en una empresa o asociación, u oficina gubernamental, o qué título académico o nobiliario ostentan, o cuál es su nivel o rating de popularidad, etc.

“Desde el momento en que un pequeño niño se preocupa por cuál es un arrendajo y cuál es un gorrión, ya no puede ver las aves ni oírlas cantar.”
Eric Berne

Si te acercas a un bebé y le dices que eres el cantante más famoso del mundo o Miss Universo, reaccionará exactamente como si no le hubieras dicho nada de eso, y te sonreirá, llorará o te será indiferente, por ejemplo, solamente dependiendo del tono y los gestos con que le hayas dicho eso o de algunos otros rasgos que directamente de ti perciba. Y esa es una de las formas más sabias de juzgar a cualquier persona.

Los anteriores son otros ejemplos en que la ignorancia de los niños en cierto modo los favorece notablemente, y de que después, si —trabajosamente— se alcanza el tercer nivel de progreso, se puede llegar a recuperar esa forma “ignorante” (libre de malas influencias de lo aprendido) tan útil de proceder al juzgar.

En relación con el tema de la ignorancia recibida y la justicia, en el siguiente artículo encontramos lo siguiente:

Experimento con títeres revela que nacimos para ser justos”    http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/09/120831_humanos_justos_experimento.shtml

“Parece un juego de una feria de diversiones: una niña y un títere están jugando a pescar unos cubos miniatura llenos de moneditas. No obstante, se trata de un experimento psicológico.

Su meta es medir un concepto humano muy complejo: la justicia.

El juego es así: el títere (con la ayuda de un titiritero adulto) y el participante de tres años de edad acumulan los pequeños cubos. Luego, el equipo niña/títere recibe premios, uno por cada moneda que recolectaron.

Es entonces cuando el niño debe decidir cómo compartir su premio con su socio, el títere.

Este simple juego reveló que, a la edad de tres años, los niños escogen premiar a sus pares de acuerdo al mérito.

Los niños le dieron a los títeres más premios si se habían “esforzado más” en recolectar monedas.”

“”Lo único que podemos hacer es descartar posibilidades con nuestros experimentos”, explica. “Podemos descartar que requiere de educación formal o un razonamiento sofisticado sobre incentivos”.

“(La justicia) es algo que emerge en las más tempranas actividades de los niños con sus pares”, señala su colega, Kanngiesser, y asegura que “hay una predisposición natural en los humanos” a tratar a los otros justamente.

“Parece ser intuitivo”, dice la experta. “Hay gente que ha observado que incluso a los 18 meses de edad, los niños tienen expectativas respecto a cómo se deben compartir las cosas de una manera justa”.

Y hay razones lógicas y humanas para que exista una tendencia hacia la equidad, dado que es indispensable para mantener relaciones estables, señala la especialista en conducta social en primates Susanne Shultz, de la Universidad de Manchester, Inglaterra.”

Sin embargo, esa equidad inicial es algo que en muchos casos se va perdiendo, y ello se hace notar, por ejemplo, en racismo, sexismo, especismo y otras muchas discriminaciones prejuiciosamente injustas. Como es sabido, hay movimientos que se esfuerzan en revertir muchos de esos problemas que afectan a las mujeres o al género femenino: el feminismo.

Aunque ha habido grandes avances en la igualdad de derechos en estos aspectos, todavía en los hechos existen enormes desigualdades en la mayoría de los países. Estas desigualdades han sido y son promovidas e impuestas por prejuicios de muchos hombres directamente, y también de manera indirecta a través de su influencia sobre las mujeres, inculcándoles sus prejuicios e imbuyéndoles el temor al rechazo de la sociedad si llegaran a actuar liberadas de tales injustas limitaciones.

Un reflejo de ello es que en el Urban Dictionary la definición más aceptada de la palabra “slut” (“puta”, en español) es “a woman with the morals of a man” (en español: una mujer con la moral de un hombre), en referencia irónica al hecho de que cultural y socialmente todavía se acostumbra considerar y calificar de manera denigrativa a cualquier mujer que osa comportarse con la misma libertad que un hombre en el campo moral.

http://www.urbandictionary.com/define.php?term=slut

Si bien es cierto que ese error sociocultural constituye una carga coercitiva contra ese derecho de las mujeres, no es justificable que las mujeres continúen subordinando sus acciones al qué dirá la gente muy atrasada cada vez surge la ocasión de conducirse con los mismos derechos y responsabilidades que un hombre liberal, porque una justificación como esa sólo serviría para perpetuar ese mismo estado de atraso sociocultural. Los hombres más progresistas suelen hacer todo lo que está a su alcance para promover y contrarrestar esa desigualdad; pero las mujeres también tienen la responsabilidad de hacer su parte en esa empresa, si se quiere vivir, en cualquier aspecto, una vida mejor.

Por ello, para cualquier persona que ha alcanzado en este aspecto un tercer nivel de progreso, normalmente es inadmisible la desigualdad que implican hechos tan comunes, incluso en los países más avanzados, como el de que las mujeres asuman una actitud relativamente pasiva en sus relaciones con los hombres. Todavía en este aspecto el progreso es tan magro en general, que lo normal es que en la etapa inicial de las relaciones con personas del sexo puesto y con pretensiones de llegar a algo más que amistad, las mujeres se limiten a sólo tratar de incitar, mediante coquetería, a los hombres a que tomen la iniciativa en casi cada paso que se da en ese acercamiento.

La resistencia de muchas mujeres a asumir un papel parejamente activo en ello, deduciblemente en parte por temor a que se les juzgue como disolutas, llega a ser tal, que en muchos casos llegan a realizar un número tan elevado de variadas formas de coquetería, es decir, de acciones orientadas a incitar —en quien pretenden— dicha actitud más activa, y a través de un tiempo tan largo, que el resultado llega en muchos casos, además de a ser por completo infructuoso, a implicar esfuerzos y pérdidas de tiempo mucho más costosas que lo que inicialmente hubiera costado el atreverse a actuar de manera igualitaria en esas relaciones. Esta es una de esas múltiples formas que hay en que una actitud cobarde, tiene consecuencias mucho más costosas que lo que inicialmente estaba tratándose de evitar.

Hay muchas mujeres que en su temeroso y pesimista afán de evitarse la humillación que supuestamente implicaría un revés o un desaire al asumir una actitud igualitariamente activa, realizan una serie tan larga y tan inútil de acciones de cobarde coquetería, que terminan en condiciones mucho más humillantes para sí mismas y otras personas que lo humillantes que para ellas mismas hubiera sido el atreverse a actuar con igualdad sin que las cosas salieran como se deseaba. Sin embargo, a los ojos de cualquier persona que ha alcanzado el tercer nivel de progreso, el atreverse a actuar con la justa igualdad y no lograr lo pretendido no es en realidad nunca humillante en modo alguno, sino incluso algo admirable, y más aún si quien realiza el intento es una mujer, tomando en cuenta que contra la libertad de ellas se ejerce una presión social mayor que contra la del hombre.

Ante un hombre que ha alcanzado un tercer nivel de progreso en sus relaciones de pareja con el sexo opuesto, es casi seguro que una mujer que actúa sin equidad en los detalles obtendrá sólo indiferencia, y que otra que sí muestra esa equidad producirá en él una admiración e incluso amor y deseo tan elevados, que las probabilidades de un buen desenlace serán muy altas o, si en otros aspectos hay también intensa atracción, ese buen éxito será seguro. Por otra parte, las mujeres que proceden de ese modo justamente audaz son tan escasas, incluso en los países más desarrollados, que suelen cuando menos dejar una huella imborrable en la vida de los hombres que, por haber alcanzado dicho nivel de progreso, valoran en muy alto grado esa justa igualdad en las relaciones.

“Whoever is careless with the truth in small matters cannot be trusted with important matters.”
Albert Einstein

(En español: Para asuntos importantes, no puede confiarse en quien es descuidado/a con la verdad en los detalles.)

Concretamente, por ejemplo, cuando menos en las relaciones de pareja o que incluyen pretensiones de llegarlo a ser posiblemente, ninguna mujer debe esperar, escudándose en el hecho de que es mujer, que un hombre que ha alcanzado un tercer nivel de progreso, la busque más de una vez sin que ella lo haya buscado a él también de forma equivalente; porque cualquier mujer que es así, a efectos de considerarla —siquiera lejanamente— como una posible pareja, por lo general no tiene ninguna importancia especial para cualquier hombre de ese grado de progreso, por más elevados que sean el número y/o la magnitud de las virtudes y cualesquiera otras bondades de las que ella se considere —incluso realistamente— poseedora.

(Por supuesto, lo anterior de ningún modo significa que el hecho de que cualquier mujer que por educación o por cualquier otra razón corresponde con igualdad a cualquier tipo de requerimiento de un hombre, debe ser interpretado como que ella está deseando tener con él una relación que vaya más allá de la simple amistad, o de los negocios, o de cualquier otra índole ajena completamente a una relación de pareja.)

Aunque ese trato igualitario en cualquier caso es indispensable para el progreso, su necesidad es aún mayor en cualesquiera otras circunstancias en que puede haber alguna duda respecto a lo que sucede o, más específicamente, en cuanto a las condiciones en las que un mayor acercamiento está tratando de realizarse; como, por ejemplo, puede hacer inequívocas alusiones que no lo son suficientemente, o puede automáticamente aclarar que lo que puede parecer una simulación de verdadera relación con otra persona, es en realidad una sincera relación que en su apariencia se asemeja a una simulación solamente por involuntario resultado, por ejemplo, de que la persona en cuestión ha tratado de mostrarse no muy cerca de su pareja con el propósito de dejar entrever a la persona pretendida su disponibilidad a acercarse más a ella en ese aspecto.

Libertad, Sinceridad y Progreso

Uno de los rasgos más notables de los niños más pequeños, por ejemplo los bebés, es la completa sinceridad con que se relacionan con los demás.

Cuando se asciende al segundo nivel de progreso, el mentir, simular y participar en ciertos juegos psicológicos en las relaciones interpersonales se vuelve normal, en contraste con lo que es natural en la más tierna infancia.

Una de las formas de sencillez que se gana al ascender al tercer nivel de progreso, en las relaciones humanas radica precisamente en la ausencia de complicaciones derivada de no incurrir en mentiras ni simulaciones ni determinados juegos, es decir, dimanante de la franqueza y la sinceridad tan poco habituales en los adultos como naturales en los niños más pequeños.

En las relaciones interpersonales, sobre todo en las tendientes u orientadas a iniciar un vínculo más íntimo que la amistad, es en México tan común como por sumisión a una ley de infracción fatal, que cuando una mujer se siente desairada por un hombre ella reaccione con ciertas simulaciones que tienen por objeto en lo esencial hacer creer a ese hombre, y a cualquier otra persona que no esté del todo enterada de la realidad de esa relación, que en realidad ella nunca siquiera intentó iniciar, ni tuvo ningún interés en ello, esa fallida relación y, en muchos casos, que incluso está y ha estado siempre muy lejos de ello por ser de un tipo de persona muy distinta. La preocupación de las personas, sobre todo de las mujeres, en México en este sentido llega hasta el grado de ser en extremo común también que las mujeres desde un tiempo anterior a sus intentos, por lo general relativamente pasivos debido al conservadurismo aquí imperante, por previsión de un posible fracaso, toman precauciones igualmente timoratas e injustamente ventajosas como las de tender bajo sí a modo de malla de seguridad dicho mismo tipo de simulaciones, por anticipado. Muchas de ellas, comienzan simulando que tienen pareja sin tenerla, con la ayuda a veces de un amigo (en algunos casos un homosexual encubierto y que a simple vista no lo parece) que se presta a hacerle ese favor; otras veces engañando a algún pretendiente para simular (sólo ella) que está iniciando o tiene ya una relación con él.

Las probabilidades de que una persona monte tales simulaciones, son mayores en la medida en que considera que son pocas las probabilidades de tener éxito en el intento de iniciar esa relación, y en la medida en que teme el estigma social normalmente imperante y subyugante en los países más atrasados, es decir, en los menos individualistas, consistente en que cualquier persona que permanece sola, sin amigos o pocos amigos o sin pareja, tiene un serio problema social e incluso psicológico.

Los problemas considerables que ordinariamente se desprenden de simulaciones como esas, al igual que de muchos otros tipos de simulaciones, son muy obvios para quienquiera que tiene la veracidad y la sencillez de lo práctico en alta estima, esto es, para cualquiera de la minoría que en estos aspectos ha alcanzado el tercer nivel de progreso.

Casi cualquier persona adulta no muy ignorante ha llegado a saber de algún modo que las mentiras y simulaciones conducen casi siempre, por no decir que siempre, a complicaciones, y un número menor de esas personas sabe además que esas complicaciones son en cierto modo innecesarias, por no mencionar lo ridículas e injustas que en no pocos casos resultan. Sin embargo, en vista de la presión social que sobre cada individuo suele ejercer dicha estigmatización de la soledad en los países más atrasados, muchas personas consideran forzoso caer en semejantes complicaciones con la pretensión de evitar esa más temida posible etiqueta de fracasado(a) o hasta psicológicamente enfermo que el qué dirán está siempre presto a colgarles.

Esas complicaciones incluyen que en muchos casos la otra persona, cometiendo el mismo error que quien inició el montaje de esas escenas, pretenda resolver esa situación desventajosa en que a los ojos de cualquier otra persona semienterada a ese respecto se encuentra, armando también por su cuenta su propia obra de teatro en el mismo sentido, a fin de emparejarse en las condiciones, en la misma pesimista perspectiva de un fracaso en esa relación.

Las personas que en estos aspectos han alcanzado un tercer nivel de progreso, normalmente ven con indiferencia ese injustamente ventajoso intento de la otra parte, en parte debido a la desigualdad que esa otra parte trata de imponer a alguien que no tiene interés en caer en simulaciones de ese tipo, por causa, como antes dije, de su alto aprecio por la verdad y la falta de complicaciones propia de la naturalidad y espontaneidad en lo que se hace y dice, y por una independencia en sus acciones, nacida de su conciencia de que la verdad no depende necesariamente de lo que la mayoría de los demás suponen, sobre todo en los contextos sociales más atrasados, sino de la estricta sujeción a las reglas del sensato razonar, o del razonamiento científico, cuando en ello se es aún más riguroso y se está, como efecto, normalmente más próximo a lo verdadero y justo.

Por más que una persona de progreso de tercer nivel conceda muy poca importancia al qué dirán, lo que en estos casos importa es que ceder a tales condiciones implicaría aceptar un trato por desigualdad injusto, y reafirmar con ello posteriores tratos igualmente injustos o peores.

Las personas que sujetas a tales temores pretenden acercarse de esos modos a cualquier persona que en tales aspectos ha alcanzado un tercer nivel de progreso, normalmente se topan, de manera inexplicable para ellas, con el autocumplimiento de su misma pesimista profecía: el fracaso, consistente en absoluta indiferencia de quien se pretende, o, en el mejor de los casos, un interés casi nulo o muy insuficiente; porque es como si esas personas dijeran: como puedes ver, yo soy mentiroso(a) y ya tengo mi farsa montada; ahora tú sé también mentirosa(o) y monta la tuya si quieres, o atente a las posibles consecuencias, en las que sólo tú podrás quedar como perdedor(a)… si no eres también mentirosa(o). ¡Curiosa condición invitadora a contagiarse de ese atraso! Y por si es necesario aclararlo, repito que la normal renuencia en las personas de progreso de tercer nivel a participar en ese juego no se debe a padecer también dicho pesimismo, sino, principalmente, a la decepción a que conduce esa actitud insincera y ventajosa (la cual, además, en la mayoría de las experiencias resulta ser un hábito arraigado que se manifiesta de una multitud de formas y contra el que hay que lidiar a cada paso de la relación una vez iniciada).

(Cuando se actúa con demasiada cobardía por pesimista previsión de un desenlace desfavorable, por lo general se termina provocando ese mismo resultado adverso que se teme. Al respecto, recomiendo la lectura del artículo “Profecía autocumplida” en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Profec%C3%ADa_autocumplida y su versión en inglés, “Self-fulfilling prophecy“: http://en.wikipedia.org/wiki/Self-fulfilling_prophecy)

Al mismo tiempo, se da ese tipo de simulaciones también sin estar dirigidas a ninguna persona en particular, sino a los prejuicios de la sociedad en general, con tanta más frecuencia cuanto más se ha rebasado la edad casadera, que por lo común es tanto más temprana cuanto más pequeñas y atrasadas son las ciudades y los países en que suceden. Y a menudo también con afán, que en casos llega hasta el extremo de un matrimonio sin ningún otro objetivo, de evitar cualquier achacamiento de ser homosexual o de cualquier otra preferencia tildada comúnmente también como perversión.

Como resultado de múltiples experiencias en casos como esos, sé que los errores consistentes en montar farsas de esa índole suelen acompañarse de otros defectos considerables, de todos los cuales no hablaré aquí todavía, y normalmente constituyen la punta de un iceberg muy pesado de sobrellevar en cualquier relación; y por ello es razón de sobra para, con toda objetividad, prever con muy alto grado de probabilidad que iniciar una relación con una persona que procede de ese modo, sería una pérdida de esfuerzo y tiempo. Y, sin embargo, puesto que eso no implica una previsión de certeza absoluta, no hay nunca por qué excluir la posibilidad de que algo distinto y más prometedor ocurra cuando una persona parece haber enmendado un error como ese.

Ese tipo de simulaciones llegan también a ocurrir en países mucho más adelantados; pero mucho menos en la medida en que un país ha progresado.

También hay por supuesto juegos amorosos y sexuales que implican simulaciones que, por el contrario, contribuyen a hacer más placentero e incluso divertido, y hasta más fácil en ciertos casos, ese proceso de acercamiento, ya sea cuando ocurre por primera vez o de manera reiterada en relaciones de pareja ya consolidadas o de larga data, y que por ende coadyuvan al progreso de la relación, enriqueciéndola y rompiendo la monotonía, en la medida en que no resultan en complicaciones inoportunas ni desventajosas para ninguno de los miembros de la pareja, y cuando no suceden a remolque de presiones, externas o internas, típicas del atraso, sino por propia decisión con sana y justa motivación.

Se comienza en la vida jugando con toda inocencia y sin ningún afán de manipular abusivamente a nadie, como hacen los niños más pequeños en el primer nivel de progreso; después, normalmente se llega a un segundo nivel en el que menudean y abundan juegos de otro tipo que se han alejado muy considerablemente ya de esa inocencia y espontaneidad primordiales; y, en una minoría de casos, se asciende a un tercer nivel en el que se regresa a ese tipo inocente de juego que priva en los inicios de la vida, pero ya de manera lograda en lugar de meramente recibida.

En realidad, ninguna forma de juego en la que no hay tal sanamente lúdica condición de inocente diversión, es honesta ni conveniente para nadie, a menos que por juego se entienda también la honesta (si bien no en busca de diversión) experimentación que hasta cierto punto es preciso llevar a cabo en determinadas situaciones de la vida para llegar a un conocimiento más extenso o más profundo de esas situaciones y, principalmente, como fruto de ello, de las personas en ellas envueltas. De hecho, uno de los rasgos esenciales de la gente que ha alcanzado el tercer nivel de progreso en este aspecto de la vida, es precisamente esa cualidad inquisitiva y experimentalmente exploradora que le permite alcanzar niveles de conocimiento más elevados que los que en la mayoría de los individuos son lo normal. Por el contrario, una de las causas más comunes de fracasos en los matrimonios (y análogamente en muchas otras relaciones interpersonales, y de escalas superiores, como, por ejemplo, internacionales), es el escaso conocimiento que se tiene del otro miembro de la pareja cuando se ha llegado a esa unión, y esto se debe a la ingenuidad imperante en la mayoría de las personas consistente en conformarse con conocer nada más que lo que les permiten las circunstancias que la vida va deparando, sin tomarse el trabajo de idear, planear y poner en ejecución las nuevas experiencias que posibiliten el ascenso a un mucho más alto grado de conocimiento de la otra persona.

Si a este imprescindible tipo de experimentación social y psicológica puede llamársele un juego, habríamos de considerarla un tipo especial y aparte de juego, que se distingue del resto en no buscar más que un mayor conocimiento, de manera honesta y conducente hacia el progreso, por más que en determinadas circunstancias implique un proceso desagradable para quien o quienes participen de él no teniendo conciencia de esa calidad experimental (el camino hacia el progreso nunca es necesariamente agradable en todos los aspectos), o “lúdica” si así quiere llamársele, y que podemos llamar ludicognoscitiva.

Por ejemplo, es bien sabido que no se ha conocido verdaderamente a nadie mientras no se ha estado en una posición de debilidad frente a esa persona, y mientras por lo tanto no se ha conocido cómo esa persona reaccionaría en tales condiciones, si abusiva o respetuosamente.

Y ninguna persona debería tomar una decisión tan importante en la vida, como, por ejemplo, la de casarse, sin antes haber estado, ya sea por azar de la vida o por inducción, o simulación, deliberada de uno mismo, en esa crítica condición que es concluyente prueba de la sensibilidad y calidad moral de las personas.

Liberalidad y Progreso

En los primeros años de vida, en el primer nivel de progreso, los niños normalmente pasan por un estado de libertad sexual recibida, que, por ejemplo, al pasearse sin pudor desnudos por la calle si se les da la oportunidad, se parece mucho a la liberalidad sexual lograda de los adultos que se pasean desnudos por una playa pública, en un tercer nivel de progreso.

La liberalidad sexual y económica son unos de los principales distintivos del progreso, porque son causas y a la vez efectos del progreso.

La gente tiende a ser más cautelosa y menos atrevida cuando se siente menos segura, como resultado normalmente de situaciones de malestar que le producen esa sensación de inseguridad psicológica; y ese menor atrevimiento en sus maneras de proceder desemboca normalmente en menores oportunidades de lograr cosas, de progresar, puesto que el progreso depende en gran medida de la cantidad y el tamaño de los riesgos que se corren en los intentos de conseguirlo. Y ese menor progreso, a su vez, en el mejor de los casos produce un menor aumento de bienestar y seguridad, o un estancamiento en ello, o, en el peor de los casos, un aumento de malestar y de inseguridad, que a su vez habilitan menos a las personas para conseguir mayores logros. Y así, en muchos casos, continúa este círculo vicioso, de malestar → inseguridad → menor atrevimiento → menores oportunidades de logro → menor progreso → más malestar → etcétera, perpetuamente o hasta que ese círculo se rompe… mediante el hacer lo contrario de lo que normalmente se espera en esos casos que se haga. Lo normalmente esperable es que alguien que se siente inseguro y está ante la opción de limitarse a poner un negocio que ya conoce bien pero que sabe que es escasamente lucrativo y la opción de arriesgarse a poner un negocio que no conoce bien y del que se dice que puede ser o no ser más lucrativo, elija la primera opción, porque tomando en cuenta su estado actual sería tal vez lo que le afectaría menos si fracasara. Sin embargo, esa es una actitud pesimista que es la base de la perpetuación del círculo vicioso en que se encuentra.

Puesto que un requisito indispensable para el progreso consistente en este caso en liberarse de ese círculo vicioso, como de cualquier otra continuación de ciclos adversos, es el optimismo que permite tomar una decisión tan aparentemente absurda como esa, esa actitud puede tomarse como guía para probar a hacer un progreso notable trocando en círculo virtuoso dicha situación adversa. Aunque ese intento no conducirá necesariamente al éxito en cualquier caso, es solamente mediante intentos como estos como puede conseguirse ese notable salto hacia adelante.

El progreso, por su parte, produce en las personas bienestar y seguridad en diversos aspectos, que a su vez normalmente dan lugar a una sensación de seguridad y a una mayor disposición a correr riesgos que en la práctica con frecuencia resulta en mayores progresos, que a su vez incrementan más dichos bienestar, seguridad, atrevimiento y progreso, y así sucesiva y crecientemente, a menos que ese círculo virtuoso se detenga, por conformismo o por alguna influencia externa por ejemplo.

Progreso → Bienestar → Seguridad → Atrevimiento → Progreso → Bienestar → etc.

Muchas personas adoptan una actitud relativamente liberal en algunos aspectos, por ejemplo el económico, y a la vez otra actitud eminentemente conservadora en otros aspectos, como, por ejemplo, el sexual, o a la inversa. Sin embargo, una actitud en un sentido en un aspecto tiende a influir en la actitud en el mismo sentido en otros aspectos, dentro de una misma persona o colectividad, es decir, las personas, por ejemplo, que son sexualmente más liberales tienden a serlo también en el lado económico, y viceversa. Y el tener una actitud conservadora en un aspecto y una liberal en otro aspecto de la vida, tiende a contrarrestar los efectos de una y otra actitud. En otras palabras, una actitud conservadora en un aspecto de la vida tiende a funcionar como un lastre en la eficacia de la liberalidad de otros aspectos.

Una sistemática adopción de actitudes más liberales en todos los aspectos de la vida, tiende a producir un resultado en el que la eficacia hacia el progreso de cada uno de los aspectos se ve propiciada y facilitada por todos los demás aspectos. Cuando, por ejemplo, una persona no ve inconveniente y se siente cómoda e incluso disfruta en acciones relativamente liberales en lo sexual, como usar un traje de baño atrevido en una playa pública o probar experiencias sexuales que le son nuevas, más probablemente tampoco encontrará ningún inconveniente y va a sentir incluso agrado en la asunción de riesgos en lo económico, como invertir en algo en lo que no ha invertido nunca.

Para ser capaz de la adopción de una actitud más propicia al progreso, esto es, de una actitud más liberal, es preciso tomar conciencia de que los puntos de vista conservadores que suelen rechazar la liberalidad como inmoral o degeneración, no son más que deformaciones del juicio originadas por el malestar en que esas personas se encuentran. Esta correspondencia entre sensación de bienestar y juicio atrevido o liberal y entre sensación de malestar y juicio cobarde o conservador, se hace muy notoria en las personas que padecen episodios bipolares, en los que se alternan la depresión acompañada de pronunciada inapetencia en lo sexual y la euforia (o sensación de extremo bienestar) acompañada de inusitada liberalidad o atrevimiento sexual.

Es preciso tener presente que para conseguir un mayor progreso es necesario ser más atrevido, a veces pese a no sentir para ello bastante seguridad, y que una vez alcanzado ese mayor progreso habrá una sensación de seguridad que contribuirá a sentirse en más disposición a asumir mayores riesgos y alcanzar mayores logros, y así sucesivamente. Pero el no haber alcanzado todavía una cierta sensación de bienestar, no es nunca necesariamente un impedimento para atreverse a asumir los riesgos que al progreso son precisos.

Si hubiera que alcanzarse primeramente un cierto grado de bienestar y seguridad para poder progresar, la vida nunca habría evolucionado: si así se hubiera originado se habría extinguido inmediatamente después como consecuencia de esa falta de recursos para continuar con su progreso.

Lo que las personas hacen es en gran medida un resultado de lo que piensan, y lo que piensan es en gran manera un producto de cómo se sienten, y el cómo se sienten es a su vez en gran parte un derivado de lo que hacen.

Si analizamos las características del progreso de la Humanidad y de otras colectividades y los individuos, encontramos, como antes ya mencioné, una serie de constantes: una de ellas es el progresivo aumento de la liberalidad. Conforme el mundo ha venido progresando se ha venido al mismo tiempo convirtiendo en más liberal, y —porque esto constituye un círculo virtuoso— viceversa: conforme el mundo ha venido ganando en liberalidad ha venido progresando más, en todos los aspectos. Y esto es muy evidente en los aspectos económico y sexual.

Mucha gente no acierta a entender cuál es la conexión causal entre progreso y liberalidad, y es en parte por ello que una gran proporción de ella la mira con desprecio o desconfianza, o la acoge demasiado precavidamente, o la abraza con inhibición.

Todo lo que existe es a la vez una cosa en alguna medida y lo contrario de esa cosa en alguna medida; es decir, en cada ser vivo y cosa en que existe un contrario existe el otro contrario a la vez; y lo que hace, por ejemplo, a una persona distinguible como justa, o veraz, o liberal o en cualquier otro sentido, es solamente la predominancia en ella de estas cualidades.

Nada en el Universo es una cosa u otra perfectamente, es decir, de una manera perfectamente pura, perfectamente excluyente de lo que es contrario de ella. La pureza perfecta (en síntesis: cualquier forma de perfección) no existe en la realidad; sólo en cierto modo en la ficción, y ese es un modo muy imperfecto también, porque tan pronto como pedimos a uno de los defensores de la creencia de la existencia de lo perfecto que explique en detalle cómo sería esa perfección, esa persona se encuentra en insalvables reducciones al absurdo o con multitud de otros defectos graves de razonamiento. Este es un tema del que podríamos hablar en extenso y en detalle y llegar en cualquier caso, sin excepción ninguna, a confirmar esa imperfección; pero por ahora sólo voy a aludir a cuatro frases en una famosa canción de John Lennon, Imagine, que dicen “Imagina que no hay países. No es difícil de hacer”, “Imagina que no hay posesiones. Me pregunto si puedes”. Realmente es posible imaginarlo e incluso sin dificultad, si no se hace rigurosamente a fondo y con detalle, es decir, de tal modo que lo imaginado fuera totalmente funcional en la realidad. Pero cuando esas y muchas otras ideas vagamente implicativas de perfección son imaginadas con suficiente rigurosidad de detalles y profundidad, el resultado es muy otro. De hecho, toda perfección que se imagina relacionada con la realidad es siempre más o menos vaga, hasta en la más perfectamente (implicativa de algún grado de perfección) rigurosa, profunda y detallada imaginación.

Más adelante (cuando haya publicado muchos otros resultados de mis investigaciones sobre el atraso y el progreso) publicaré con suficiente grado de rigor, detalle y profundidad cómo sería el mundo si no existieran países ni posesiones, y cómo sería en otros casos que muchos suponen factibles o por el contrario irrealizables, con la conclusión de que, por ejemplo, el mundo no podría existir en la realidad sin países ni posesiones y que en la fantasía sólo podría existir de manera incompleta y vaga, a menos que conceptos como país y posesión cambiaran tanto en el futuro que fueran algo esencialmente distinto de lo que en el presente son.

Es innegable, sin embargo, la belleza de dicha canción cuando nos gusta la fantasía. Pero, ya que estamos hablando de uno de los exmiembros de los Beatles, es justo mencionar también que es incomparablemente más realista, y por lo tanto también más bella, la pretensión y el activismo de Paul McCartney en la defensa de los derechos de los animales, porque, con base en el rumbo que el progreso ha tomado a través de la historia de la Humanidad, es muy realistamente previsible que aunque nunca habrá un mundo en el que el respeto de los derechos de los animales sea perfecto, este respeto sí continuará creciendo hasta alcanzar grados tan elevados e incluso mayores que los que hasta ahora ha alcanzado el respeto entre los mismos seres humanos.

Toda persona conservadora es al mismo tiempo en parte liberal, aunque en menor medida en que es conservadora. Y lo inverso también es cierto.

Cada vez que una persona conservadora, al igual que cualquier liberal, asume un riesgo en el intento de lograr algo, está siendo liberal. Y la libertad que implica la asunción de riesgos es imprescindible para cualquier logro, tanto más cuanto mayor es el logro. La libertad es por esto una base de todo progreso. Y el nivel de progreso que se alcanza es directamente proporcional al grado de libertad con que se actúa.

Sin embargo, hay que tener presente que del mismo modo en que no todo individuo tiene progenie, pero sí ha tenido progenitor, no necesariamente un alto grado de libertad conduce a un alto nivel de progreso, pero todo nivel alto de progreso presupone un alto grado de libertad, de la misma forma en que toda progenie presupone progenitor. La libertad no siempre procrea progreso, pero el progreso siempre es hijo de la libertad. Puede haber libertad sin progreso, pero no puede haber progreso sin libertad.

La diferencia y correspondencia entre los grados de conservadurismo y liberalidad por un lado, y, respectivamente, por otro lado los grados de atraso y progreso en todos los aspectos, incluso el moral, son patentes no sólo a través de la historia de la Humanidad, sino también entre los países más atrasados y más avanzados dentro de cualquier tiempo dado en la historia, como, por ejemplo, de la actualidad.

A propósito del aspecto moral del progreso, es oportuno señalar que este es tal vez el aspecto importante que los países y las personas más atrasadas critican con más frecuencia e insistencia adjetivándolo como atraso que a la vez tildan de ser una consecuencia del en otros aspectos progreso de las personas y países más avanzados.

Esa es una de las muchas opiniones que en el atraso son contrarias a las perspectivas que normalmente se tienen en el progreso, y es muy probablemente esa la contrariedad de puntos de vista que en cierto modo más contribuye al mal entendimiento y la división entre cualesquiera partes, individuales o colectivas, con marcada diferencia en grados de atraso y progreso. Es la “degeneración” y “corrupción” moral en las costumbres de los más avanzados que los más atrasados tanto critican, hasta alcanzar en no pocos casos grados altos de fanatismo, y de odio y violencia por rechazo de ella y, en un círculo vicioso, también como una reacción a esa agresividad.

Antes de pasar a analizar, no por ahora con tanto detalle como es posible, en qué consisten en concreto esas diferencias entre unos y otros y por qué surgen, es oportuno aclarar que no es una cuestión de relatividad de puntos de vista en el sentido de que ambas partes tienen la razón, sino que, como se podrá vislumbrar luego de este análisis, sólo las partes que han alcanzado los niveles más altos de progreso son las que al respecto tienen razón, y las otras viven seriamente equivocadas y de ello es precisamente causa, y a la vez efecto, el atraso en que se encuentran, en un círculo vicioso que, sin embargo, siempre es posible romper y convertir en el círculo virtuoso en que se encuentran las partes de mayor progreso. Esto es así porque la razón es inherente al auténtico progreso.

Por supuesto, no trato con ello de significar que cualquier grado mayor de progreso de una parte en algún aspecto implica necesariamente que todo lo demás que hace o piensa esa parte implica un grado mayor de progreso también. De hecho, la ordinaria conciencia de que el progreso en algunos aspectos y el atraso en otros aspectos suelen coexistir dentro de cualquier persona y dentro de cualquier colectividad, es lo que permite ese generalizado prejuicio de que en los países económicamente más avanzados hay a la vez, como una consecuencia de ese avance, un retroceso en ciertos aspectos morales.

Hace años, en un programa de televisión de México, por ejemplo, vi algo que refleja claramente una importante diferencia que es típica entre las maneras de ver un aspecto moral por parte de gente de un país muy atrasado y otro muy adelantado. Era un grupo de personas debatiendo el tema del divorcio, la mayoría de las cuales era de México y sólo una de ellas de Estados Unidos. Las opiniones de los mexicanos giraban en torno a la idea de que en cualquier caso hay que tratar al máximo de evitar llegar al divorcio, mientras que la opinión de la estadounidense consistía esencialmente en que cuando en el matrimonio hay serios problemas que no logran remediarse hay que considerar el divorcio como una alternativa preferible. Esta opinión encontró muy encendida oposición entre los mexicanos allí presentes y que opinaron por teléfono desde sus casas, pretendiendo hacer ver a la estadounidense como una persona de actitud al respecto frívola, como engendro de la moral degenerada que en los países subdesarrollados, o emergentes, suele achacarse a los países desarrollados. En seguida, la muy enfática y acalorada reacción de un abogado, relativamente destacado dentro de México, pareció ser concluyente contra el punto de vista de la estadounidense, al decir que el divorcio era inadmisible sencillamente porque la familia constituye la célula básica de la sociedad, como literalmente a todos se nos ha enseñado en la escuela primaria en México.

Opiniones como esta al respecto son tan comunes en países como México, que no recuerdo haber escuchado de ningún mexicano nunca una opinión en lo esencial diferente en cuanto a la perspectiva de la participante de Estados Unidos, sino solamente la sencilla crítica de que la de ese país es una sociedad comparativamente en lo social y lo moral perdida, en parte por cuestiones como la más alta proporción de divorcios que allá supuestamente se registran. Este es uno de los ejemplos que con más frecuencia en este país y en muchos otros de progreso similar se citan al señalar ese pretenso retroceso social y moral en países desarrollados.

Estoy plenamente de acuerdo con la idea de la muy alta importancia de la familia en la sociedad, y muy obviamente (como se verá a continuación) la valoro mucho más que la gran mayoría de las personas no sólo de México, sino de cualquier otra parte del mundo, incluso de los países más desarrollados. Y sin ninguna duda valoro también mucho más que la gran mayoría de los seres humanos la necesidad del esfuerzo y esmero máximos en la conservación de un matrimonio y en evitar cualquier divorcio. Pero no a cualquier precio.

Lo que casi todos esos mexicanos que aluden a esa mayor proporción de divorcios achacada a los países como los Estados Unidos no parecen ver, es que al mismo tiempo en los países como México, en que presumiblemente la incidencia de divorcios es mucho menor, la proporción de fracasos matrimoniales es mucho mayor, y aunque esto no sería fácil de cuantificar si se hicieran encuestas de opinión para saber cuán feliz o infeliz es la gente casada en unos países y en otros, es relativamente fácil de notar con claridad en el estado en que las relaciones se encuentran en unos países y en otros. Las encuestas de opinión no tienen mucha relevancia en estos casos, porque una mujer, por ejemplo, puede ser feliz o creer serlo incluso cuando su esposo a diario o de vez en cuando la golpea y/o golpea a sus hijos. Y por más feliz que diga ser o realmente se crea o se sienta, eso obviamente no constituye un progreso social ni moral verdadero. En países como este hay lamentablemente una proporción tan alta de rotundos fracasos matrimoniales, que sólo puede explicarse por la ciega renuencia, en muchos casos basada en inflexibles creencias de índole religiosa, a introducir sustanciales cambios en la vida con el fin de superar situaciones en muchos casos de extremada humillación y en otros no pocos casos de violencia física y psicológica cotidianas y extremas, intramarital e intrafamiliarmente.

Sé muy bien que alguno que otro que pueda estar leyendo esto desde un país como México podrá sentirse de inmediato impelido a objetar que en países como los Estados Unidos ha habido muy sonados casos de seria violencia intramarital, intrafamiliar y de otros ámbitos sociales; pero hay que tomar en cuenta que cuanto más desarrollado está un país más sensible es su gente (por eso precisamente esos países han alcanzado ese mayor grado de progreso), y cuanto más sensible es la gente, más intenso es el rechazo que contra esos casos siente y mayor es su protesta contra ello, aunado con el hecho de que estos países normalmente disponen de mayor capacidad tecnológica de difusión de la información. Esto es causa de que cada vez que un hecho de violencia ocurre en un país como Estados Unidos la noticia da la vuelta al mundo, principalmente por la extrema reacción contra ello por parte de los mismos ciudadanos de esos países, mientras que en países como México suceden muchas cosas como esas y otras muchas peores sin que casi nadie se queje por ello y sin que por lo tanto llegue a saberse más allá que por algunas pocas personas. Mientras que aquí mucha gente muere o desaparece para siempre sin que ni sus más allegados lo sepan, en países como Estados Unidos se hace un escándalo internacional casi cada vez que algo como eso ocurre, e incluso cuando suceden cosas como algún abuso contra un animal y el castigo ejemplar que se impone al agresor o victimario.

En cuanto al matrimonio, aunque por supuesto es preferible casarse una sola vez y llevar una unión sanamente feliz en lugar del divorcio, al mismo tiempo es preferible, por mucho, casarse y divorciarse si es necesario diez veces en la vida a vivir toda la vida en un infierno de violencia intrafamiliar.

El atraso social y moral en los países subdesarrollados o emergentes es muy notorio en el acusado menor respeto de los derechos de las mujeres y en la menor libertad de que de hecho sufren y gozan respectivamente, y ello incide muy desfavorablemente en el estado de progreso social y moral de cualquier matrimonio en que cualquiera de los miembros padece ese serio atraso. Y al aludir a los hombres no me refiero a un atraso consistente en la falta de respeto de sus propios derechos ni a su falta de libertad con respecto a las mujeres, sino a su en estos países normal machismo que influye de manera determinante en dichas limitaciones en las mujeres, y por consiguiente en el fracaso matrimonial, además de otras influencias más directas.

Si una persona se casa y se divorcia diez veces en la vida, es muy probable (pero no seguro) que haya procedido con menos cuidado que las personas que se divorcian dos o tres veces, y, sin embargo, incluso en un caso como ese esa vida, incluso cuando no alcanza una felicidad sana, implica una mayor inteligencia que otra en la que en el matrimonio tampoco se alcanza tal felicidad y no se ha realizado ningún divorcio, porque la primera persona al menos se ha dado la oportunidad de probar nuevas opciones y ello en alguna medida le ha dado probabilidades de encontrar una vida mejor, tal vez no por haber aprendido algo de sus reveses, sino por mero azar que lo favorezca, mientras que la segunda muy probablemente no tendrá nunca de ese manera ninguna oportunidad de encontrar, ni siquiera por mera suerte, una vida mejor.

En todos los casos en que se tiene una capacidad muy limitada para aprender de los fracasos o, por cualquier causa o circunstancia, no se sabe cuál camino elegir, es siempre más inteligente probar otros caminos al azar que seguir por el mismo camino, porque el continuar por la misma ruta con base en que otra puede ser aún peor, o sólo porque puede no ser mejor, implica un pesimismo o falta de optimismo que no es recomendable nunca, por ser contrario a la actitud que es probadamente típica de la gente que consigue los progresos más salientes.

En muchos de los países más desarrollados los divorcios son más frecuentes que en otros menos desarrollados no porque la gente sea allí más imprudente al decidir casarse, sino porque está más dispuesta al cambio cuando las cosas salen demasiado mal. Y aquí es preciso tomar en cuenta que, debido al mayor progreso y sensibilidad en esos países, donde la mayoría de la gente es más exigente en los detalles (de otro modo no habrían progresado más que los demás) el concepto allí usual de “demasiado mal” suele ser mucho más riguroso que el de la gente de los países relativamente menos avanzados; y no debido a una obstinada intolerancia, sino por lo general a la mayor ambición de sanos bienestar y felicidad, esto es, a la inconformidad conducente al progreso en todos los aspectos que de la gente de esos países es típica, y que es precisamente causa de ese progreso.

La renuencia al cambio cuando es necesario, es una de las cualidades más distintivas del atraso, así como a efectos de ascender en el progreso es esencial una actitud abierta al cambio y a la experimentación. No todo cambio conduce al progreso, pero todo progreso procede de cambios. Existen cambios sin progreso resultante, pero no existe progreso sin cambios previos.

Tres Niveles de Progreso

   Última actualización: Julio 06, 2013

Si analizamos la vida de muchos individuos que han realizado notables progresos dentro de diversos aspectos de su vida, encontramos que todos ellos tienen en común el haber iniciado en un primer nivel de progreso que es relativamente el más bajo y haber llegado hasta un tercer nivel de progreso que es relativamente el más alto, muchas veces pasando y otras veces no por un segundo nivel de progreso relativamente intermedio, y que estos tres niveles son relativamente contrarios entre sí.

Por ejemplo, la ignorancia y sencillez (primer nivel) que a todos nos caracteriza durante los primeros años de la infancia, normalmente con el progreso a través de los años poco a poco van perdiéndose y convirtiéndose en relativos conocimiento y complejidad o sofisticación (segundo nivel, contrario al anterior), que si el progreso continúa suficientemente pueden después llegar a convertirse en ignorancia y sencillez (tercer nivel, contrario al anterior, y en cierto modo también contrario, aún más, al primero).

En el caso, por ejemplo, del progreso dentro de los hábitos tendientes a una vida más sana, primeramente, en el primer nivel, yo ignoraba casi todo en cuanto a nutrición, cuando era un bebé, y luego, un poco menos, cuando era niño. Después, en la adolescencia comencé a devorar libros sobre el tema y a aprender, por ejemplo, muchas cosas sobre las propiedades nutricionales, profilácticas y curativas de muchos alimentos. Deseaba tener esos conocimientos al máximo en cuanto a la mayor cantidad y diversidad posible de alimentos naturales y en cuanto a la mayor cantidad y variedad posible de padecimientos que mediante su ingestión pudieran prevenirse y remediarse, y los beneficios de otra índole resultantes de todo ello, como, por ejemplo, en la condición física, derivada en parte también de la actividad física. Por ello, estudié y aprendí muchas de estas cosas, alcanzando así en este aspecto un segundo nivel de progreso. Pero después de todo eso, me di cuenta de que en cierta forma en realidad nada de eso era necesario para llevar una vida muy sana en lo que depende de la manera de alimentarse, sino que para ello bastaba el solo conocimiento y aplicación de un principio muy básico y muy sencillo y breve de enunciar, así como también en extremo sencillo de aplicar cuando se tiene la suficiente voluntad de alcanzar tales objetivos. Y así ascendí en ese aspecto al tercer nivel de progreso. Ese principio, que consiste sencillamente en alimentarse y vivir lo más de acuerdo posible con la naturaleza, en armonía con ella, fue de una eficacia tal que a la vez que en los alrededor de veinte años que han pasado desde que lo concebí y lo puse en práctica no me he enfermado de nada más importante que alguna que otra gripa o tos leves, ha implicado mi olvido de la gran mayoría de esos conocimientos detallados y específicos en cuanto a nutrición, que en determinados casos son innecesarios para tener una salud óptima, tomando en cuenta que los animales y personas que viven en estado muy natural (libres de la influencia de la civilización) muy raramente se enferman al mismo tiempo que no poseen ningún o casi ningún conocimiento sobre nutrición, o cuando menos mucho menos avanzados y exactos como los que yo inicialmente consideraba como indispensables a tales efectos.

Este es un claro ejemplo de cómo se comienza en un nivel de progreso —el primero— siendo muy ignorante y sencillo, en ese caso en cuanto a un tema o grupo de temas en particular, y enseguida se asciende a un segundo nivel de progreso en que se aprende relativamente mucho, para, en un número de casos de personas que actualmente son minoría, ascender luego a un tercer nivel que implica un mucho más alto nivel de progreso en salud, procedente de un aumento de ignorancia y sencillez.

Las dificultades con que se logra llegar a ese tercer nivel de progreso en la sencillez, son análogas a las que ocurren en las fórmulas en ciencias como la física y la química. Una sencilla fórmula es la cúspide de una montaña de compleja información teórica. Siempre supone el haber escalado por un largo y difícil camino; es el resultado de la superación de dificultades mucho más grandes que lo que aparenta la brevedad con que finalmente se enuncia de manera muy resumida.

Uno de los más serios errores en el progreso del ser humano de la actualidad, es el exceso en su alimentación, y es predecible que en el futuro se habrá alcanzado un grado de progreso tal en la alimentación humana, que las personas no consumirán ni más mi menos que lo que su cuerpo necesita en sus particulares actividades de cada día. Esa forma de alimentación habrá alcanzado un grado de simultáneas sencillez y eficacia extremas en comparación incluso con las más eficaces formas de alimentación de la actualidad (como el comer ensaladas de unos pocos ingredientes, como frutas y verduras crudas), que en sus mejores casos son comparativamente en extremo burdas, innecesaria y derrochadoramente complejas, y mucho menos saludables principalmente por sus excesos y en menor grado por sus carencias; es decir, por sus inadecuaciones. Lo más exacto es lo más verdadero, lo más justo y lo más eficaz, y es al mismo tiempo lo más sencillo.

Muchas personas inician en un primer nivel de progreso en la alimentación consistente en no comer en exceso, sin que ello implique un progreso de tercer nivel cuando no depende de ellas mismas, sino sólo de limitaciones económicas. En estos casos, cuando estas personas alcanzan un nivel económico que les permite alimentarse casi sin limitaciones, se hace visible que no han tenido ni tienen realmente un control ellas mismas sobre su alimentación, y se alimentan en exceso como consecuencia de esa relativa ausencia de limitaciones externas. Solamente cuando una persona se alimenta con suficiente mesura y sencillez de manera autodeterminada como un efecto de su conciencia de lo que es más sano en lo tocante a la alimentación, se puede decir que esa es una característica perteneciente al tercer nivel de progreso en la alimentación. Es decir, una persona demuestra haber alcanzado el tercer nivel en tal aspecto cuando se alimenta de ese modo independientemente de limitaciones y capacidades económicas, o de cualesquiera otras limitaciones y capacidades ajenas a la determinación propia nacida de la conciencia de lo que es nutricionalmente más saludable.

Y análogamente ocurre, por ejemplo, en los miembros de las parejas que durante el noviazgo o el tiempo previo a la cohabitación se sienten entre sí muy atraídos y permanecen relativamente muy unidos, en un primer nivel de progreso en este aspecto. La gran mayoría de parejas que en este aspecto alcanzan un segundo nivel de progreso al comenzar sus miembros a vivir juntos, se encuentran al poco tiempo con que esa unión que les parecía que iba a crecer aún más tras la convivencia, va disminuyendo con rapidez hasta el grado de trocarse en muchos casos en verdadera repulsión y desunión entre ellos, y a desembocar en divorcio o separación física en no pocos casos. En este aspecto, solamente se ha alcanzado un tercer nivel de progreso cuando pese a dicha vida juntos la pareja logra mantener o regresar a la atracción y la unión que tenía en el primer nivel (cuando la cercanía física entre sus miembros era menor y/o menos frecuente que tras la cohabitación); es decir, cuando ello no sucede a la pareja meramente por la influencia de factores a ella ajenos, sino cuando lo logra como fruto de su propia determinación, procedente de la conciencia y el dominio de los factores que deciden la atracción y la unión entre las personas. Y esto, como cualquier otro ascenso a un tercer nivel en cualquier aspecto, es algo que sólo una minoría de personas logra.

Todo lo que implica un conocimiento o conciencia de procesos o procedimientos dentro de cualquier actividad (como, por ejemplo, en la nutriología), pertenece al segundo nivel de progreso, y es imprescindible para la vital tarea de entender y controlar procesos, sobre todo nuevos, y crear nuevos procedimientos. Todo ese aspecto teórico es esencial para el control de nuevas situaciones (como en el caso de anormalidades en la salud que requieran ser corregidas mediante la ayuda de determinadas dietas especiales, dentro de la nutriología) y para una mayor eficacia en la realización de los descubrimientos científicos y las innovaciones tecnológicas.

En el caso del par Ignorancia-Conocimiento, el tercer nivel en lo esencial consiste en la aplicación automatizada de lo en el segundo nivel aprendido, descubierto o creado. Mientras que la función del segundo nivel es eminentemente creativa, la del tercer nivel es esencialmente productiva, es decir, consiste en la diestra ejecución o puesta en práctica de aquello de lo que a través del segundo nivel uno se ha hecho consciente.

Los siguientes ejemplos ilustran la relación y la contrariedad entre los tres niveles de progreso: una persona comienza, en el primer nivel, siendo muy ignorante en cuanto a cómo tocar el piano, o cómo escribir y hablar en otro idioma, o cómo realizar una cirugía, o cómo encestar en el baloncesto, o cómo escribir usando un teclado de computadora. En muchos casos como estos, las personas, en un segundo nivel, aprenden a realizar cualquiera de esas actividades pasando por un proceso de aprendizaje que implica el conocer las notas musicales, la gramática y la fonética, las partes anatómicas (entre otras cosas), calcular o conocer conscientemente la distancia al aro del tablero y la disposición de las teclas en la computadora, respectivamente. En el tercer nivel, esa persona puede realizar cualquiera de esas actividades con muy alto grado de precisión sin leer notas musicales, ni gramática, ni fonética, ni anatomía, y sin ver el aro ni el teclado, respectivamente, habiendo olvidado todo ello o no habiéndolo aprendido nunca. De hecho, el no tener que hacer al mismo tiempo ninguna de esas cosas conscientemente, es imprescindible para realizar mejor, más rápida y precisamente, cualquiera de esas actividades.

(Por supuesto, no todos los casos de conductas automatizadas constituyen progresos. De hecho, entre los individuos y sociedades más atrasados hay gran cantidad de costumbres similarmente maquinales que son de lo más irracional y atrasadas e incluso retrógradas.)

En estos casos, el proceso de progreso consiste en que en el segundo nivel, por ejemplo, se diseñan nuevas o perfeccionadas tecnologías que cada vez más habilitan al individuo medio para, en el tercer nivel, realizar de maneras relativamente fáciles tareas como si fuera un profesional en campos en que no lo es; como, por ejemplo, como matemático con sólo aprender a usar una calculadora, o como contador con sólo aprender a un usar software de contabilidad, etc., de modo tal que necesita saber y pensar mucho menos que antes para realizar tareas más complicadas. Contra lo que algunos temen, esto no implica a nivel general ningún menoscabo para el progreso (por más que a nivel individual en muchos casos sí llega a ocurrir), puesto que a tal nivel la mayoría de los individuos aprovecha ese tiempo ahorrado para realizar otras tareas no menos complicadas que en la actualidad requieren con más prioridad atención, con resultados más creativos y productivos que los que se lograrían mediante el uso anterior de ese tiempo.

Estos son casos en los que se comienza siendo ignorante en cuanto a alguna actividad, se puede enseguida pasar por una etapa de conocimiento y después culminar en una ignorancia tan grande como la inicial respecto de la misma actividad, sin que ello signifique que la ignorancia del primer nivel y la del tercero son iguales entre sí, sino que en realidad son entre sí contrarias, en el sentido de que mientras la primera es fácil y no tiene resultados favorables o hasta puede tener consecuencias adversas, la del tercer nivel es difícil de adquirir y suele ser fructuosa.

Otra forma en que en el par de contrarios Ignorancia-Conocimiento se presentan los tres niveles en el progreso, consiste en que en la vida individual o colectiva se comienza siendo relativamente muy ignorante; después se adquiere cierto grado de conocimientos, y después, en el tercer nivel y cuando los conocimientos son los mayores de los tres niveles, se llega a la mayor conciencia de la ignorancia en la que uno se encuentra. En el primer nivel, cualquier niño no muy pequeño suele hasta cierto punto estar consciente de que es muy ignorante, puesto que normalmente se siente y se muestra curioso con respecto a muchas de las cosas que percibe, y a menudo hace preguntas a los adultos o mayores que él, a los que obviamente considera como más conocedores (de otro modo no les preguntaría). En el segundo nivel, comúnmente los adultos llegan a sentir que saben mucho y se sienten y muestran mucho menos curiosos ante lo que perciben, y hacen preguntas e investigan mucho menos que cuando eran niños. Mientras que en el tercer nivel, al que sólo asciende una minoría de los individuos, se ha adquirido un grado de conocimientos lo bastante alto como para que normalmente los individuos que lo han alcanzado se consideren a sí mismos y se sientan tan ignorantes, curiosos e inquisitivos como cuando niños, o más todavía.

En tal caso, también, la ignorancia del primer nivel es lo contrario de la del tercer nivel, puesto que la del primero es muy fácil de poseer y suele tener consecuencias adversas para quien la padece, mientras que la “ignorancia” del tercero es relativamente muy difícil de adquirir y suele traer efectos favorables a quien la ha logrado.

Análogamente, cuando (en el tercer nivel) se ha logrado un alto grado de progreso (el cual no necesariamente es económico, e incluso puede ocurrir, a nivel individual, a la vez que un atraso extremo en ese aspecto), la gente normalmente es tan sensible, honesta, libre, sincera, sencilla, humilde, confiada, desinteresada, natural (en diversos aspectos, entre los cuales suele estar, como más arriba mencioné, también la alimentación) y capaz de sentir intensa admiración por lo que percibe, como lo es normalmente la gente en su más tierna infancia (el primer nivel), y más o mucho más de lo que por lo común es la gente que se encuentra en el segundo nivel de progreso.

Por ello, la siguiente conocida frase de Ernest Hemingway:

“El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.”

También, es bien sabido, por ejemplo, que uno de los más comunes errores en escritores incipientes es la falta de naturalidad, y que una de las más difíciles y apreciadas de las virtudes literarias es la sencillez.

A este respecto, por ejemplo, escribió Azorín: “La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método.”

De hecho, el exponer una teoría científica de modo lo bastante sencillo y claro como para ser entendible a la mayoría de las personas, puede ser tan difícil como el arduo proceso de investigación que suele haber conducido a los descubrimientos que en ella se suponen contenidos y su sistemática y consistente construcción.

“Me llevó cuatro años pintar como Raphael, pero una vida pintar como un niño.”
Pablo Picasso

“Cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo un artista una vez que crecemos.”
Pablo Picasso

“No hay grandeza donde no hay simplicidad, calidad y verdad.”
León Tolstói

“Nos acercamos lo más posible a la grandeza cuando somos grandes en humildad.”
Rabindranath Tagore

De manera análoga, cuando un bebé nace, y si tiene la fortuna de tener padres que lo aman y son responsables y de recursos bastantes para cuidarlo, normalmente vive, en el primer nivel de progreso, en un estado de gran comodidad y facilidad, donde no tiene más que llorar o quejarse un poco para ser alimentado, y es aseado y protegido. Pero poco después comienza la incomodidad y dificultad de tener que aprender a caminar y hablar, y después de tener también que aprender a leer y aprobar exámenes en la escuela, hasta llegar el tiempo en que tiene que trabajar para sostenerse a sí mismo y a una familia, en el segundo nivel de progreso, en que la comodidad y facilidad iniciales se han transformado en comparativas incomodidad y dificultad. Si las cosas mejoran bastante en su vida, en el tercer nivel esa persona, mediante una posición económica acomodada, habrá recuperado cuando menos ese mismo grado de comodidad y facilidad de que cuando era un bebé disfrutaba.

En este caso también, la comodidad y la facilidad iniciales no son normalmente resultado de grandes esfuerzos por parte del bebé, y, como en todos los casos de individuos neonatos, le suponen a la vez un alto grado de vulnerabilidad ante la posibilidad de cualquier serio descuido de sus padres o la falta de ellos; mientras que la comodidad y la facilidad en el tercer nivel alcanzadas sí son resultado de grandes esfuerzos y, en contraste con las del primer nivel, coexisten con un mayor grado de invulnerabilidad de esa persona.

En la vida de cualquier individuo o colectividad de cualquier tamaño (por ejemplo, la especie humana en su totalidad, o cualquier conjunto de especies), hay siempre tres posibles niveles de progreso. Estos tres niveles son relativamente contrarios entre sí, y a pesar de que el primero de ellos parece ser idéntico al tercero, entre estos dos niveles hay mayor distancia y contrariedad que entre el primero y el segundo y que entre el segundo y el tercero. En los individuos, los niveles segundo y tercero son opcionales, sólo posibles, no necesarios o inevitables, en tanto que en cualquier colectividad perteneciente a un sistema viviente relativamente aislado (como, por ejemplo, la vida más evolucionada en la Tierra en la actualidad, o en cualquier otro lugar del Universo en que haya vida suficientemente evolucionada y relativamente aislada), los tres niveles son necesarios, inevitables.

Toda vida humana individual inicia en el primer nivel, que es el más bajo grado de progreso. Enseguida, en la gran mayoría de los casos asciende, en sus aspectos esenciales, al segundo nivel, que implica un grado intermedio de progreso, en el que la vasta mayoría de estos individuos permanece por todo el resto de su vida, en la actualidad. Y actualmente un porcentaje reducido de ellos asciende, en dichos aspectos, hasta el tercero, que es en cierto modo el máximo nivel de progreso o evolución alcanzable por cualquier individuo o colectividad.

Primer nivel   –   Segundo nivel   –   Tercer nivel

Ignorancia     –   Conocimiento    –   Ignorancia

Naturalidad    –   Artificialidad  –   Naturalidad

Sencillez      –   Sofisticación    –   Sencillez

Confianza      –   Desconfianza   –   Confianza

Admirabilidad  –   Indiferencia, Apatía   –   Admirabilidad

Comodidad      –   Incomodidad    –   Comodidad

Facilidad      –   Dificultad     –   Facilidad

En los próximos días, hablaré sobre en qué sentido está y seguirá progresando la Humanidad; y, como antes dije, ejemplificaré y explicaré con diversos casos concretos una serie de las muchas diferencias que hay entre el atraso y el progreso, comenzando por varios de los más importantes aspectos en las relaciones entre sexos o géneros opuestos.

Puntos de Vista Contrarios entre Partes con Contrarios Grados de Progreso

Cuando se indagan, analizan y comparan entre sí las diferencias que hay entre la gente, sea a nivel individual o colectivo, que ha alcanzado los niveles más bajos de progreso y la que ha alcanzado los más altos, hay muchos resultados que pueden ser muy interesantes para quienquiera que atribuye la importancia que las causas del atraso y el progreso tienen y merecen. Uno de esos resultados que más llaman mi atención, es el del hecho de que los puntos de vista de una y otra parte comparadas suelen ser relativamente contrarios entre sí. Lo cual es muy importante, no solo porque de ello resultan tales estados contrarios, sino también los serios problemas de entendimiento que normalmente hay entre unas partes y las otras. Y también porque el estar conscientes de tales extremas diferencias de conceptuación, puede ser una útil herramienta heurística cada vez que, sea cual sea nuestro grado de progreso, tratamos de saber cómo podríamos ascender a un grado en tal sentido relativamente contrario al que en un tiempo dado ya hemos alcanzado.

Es fácil poner a prueba la utilidad o eficacia heurística de lo que acabo de escribir, cuando se trata de pensar en lo contrario de un estado de atraso cuyo contrario estado de progreso ya existe y está ya al alcance de nuestro conocimiento; como, por ejemplo, cuando pensamos en ello a partir de la manera en que una persona financieramente poco adelantada considera la posibilidad de hacer una inversión en algo en lo que nadie ha invertido antes (o, dicho de una manera mucho más general, tomar cualquier camino que nadie antes ha tomado, en cualquier ámbito de la vida). En un caso como este, esa persona normalmente pensará que no debe arriesgarse a invertir sino en lo que ya se ha probado, y suficientemente, como redituable; y con base en ello y en la guía de investigación arriba sugerida, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que si esa persona quiere hacer un progreso realmente notable, deberá probar a mirar dicha posibilidad exactamente del modo contrario; es decir, deberá pensar que lo que tiene que hacer es precisamente lo contrario de eso, es decir, invertir en algo en lo que nadie nunca haya invertido antes. Y así, fácilmente, muy probablemente habrá encontrado el camino hacia un grado de progreso cuya superioridad sea tan grande sobre el inicial, que pueda considerarse contrario de éste. (No necesariamente se encuentra ese camino hacia un mucho mayor progreso en cualquiera de estas pruebas, pues normalmente no todo lo que piensa o hace una persona en un grado de relativo poco progreso es lo típico de ese nivel.)

Por supuesto, para que esto sea posible, la persona debe primeramente estar consciente de que su grado de progreso es comparativamente bajo, o no es el más alto, dentro del lugar (la empresa, ciudad o país, por ejemplo) en el que trabaja. Y después de aplicar tal regla y llegar a tal conocimiento, para concretar ese paso a un grado de progreso considerablemente más elevado, debe estar dispuesta a seguir el camino encontrado, que en todos los casos será menos fácil, o más difícil, que el inicial.

Otra cosa algo distinta ocurre si se trata de aplicar este procedimiento de investigación a un caso en que el grado de progreso alcanzado está entre los más altos conocidos por el ser humano en un tiempo dado. En el caso más arriba mencionado, puede encontrarse fácilmente una confirmación de la eficacia de esta técnica, con tanta más facilidad cuanto menor es el progreso del individuo o colectividad; mientras que en otro caso en el que ya se ha alcanzado el más alto grado de progreso conocido, la única forma de probar si ello conduce a un grado de progreso tan superior que pueda considerarse relativamente contrario al anterior, es poniendo a prueba acciones que nunca ha puesto nadie a prueba, o de cuyas pruebas nunca uno ha sabido.

En muchos de estos casos realmente es posible imaginar una forma relativamente contraria de hacer las cosas hacia un progreso mucho mayor, y es de hecho ésta la manera en la que principalmente progresa el mundo. Sin embargo, es en tales niveles donde más difícil resulta hacer progresos de grados tan altos, es decir, de grados de progreso de tal magnitud que los progresos inmediatamente precedentes constituyan estados de comparativamente notable atraso. En muchos ámbitos de progreso máximo alcanzado, es prácticamente imposible realizar determinados progresos revolucionarios, o “progresos contrarios” como los llamo de una manera más general aplicable incluso a los progresos de este tipo hechos por cualquier individuo que tienen poca influencia en su entorno, en la sociedad en que se encuentra o en su medio ambiente. Esto se debe a que en muchos de estos casos no todos los factores necesarios para que ese cambio se realice dependen de un solo individuo o colectividad (empresa o país, por ejemplo), sino también de progresos dependientes de otras partes, que no pueden realizarse todavía ni en un futuro relativamente próximo.

Sin embargo, ello no obsta a que, con base en el análisis de los progresos realizados por la Humanidad desde muy antiguo, podamos conocer en lo esencial el camino hacia cualquier progreso, pequeño o ingente y en cualquier ámbito, de tal modo que podamos orientar consciente, metódica y sistemáticamente nuestros esfuerzos individuales y colectivos en la dirección más apropiada, o la apropiada, para su más rápido alcance.

En los próximos cuatro días, hablaré aquí en detalle sobre tres niveles de progreso posibles en la vida de todos los individuos y colectividades, en que el tercer nivel constituye, en cierto modo, el máximo grado de progreso alcanzable por cualquier entidad viviente; y ejemplificaré y explicaré con diversos casos concretos una serie de las muchas diferencias que hay entre el atraso y el progreso, comenzando por varios de los más importantes aspectos en las relaciones entre sexos o géneros opuestos.